Había una bolsa que jugaba al escondite en el armario. En ella encontré un poblado de grannies que mi madre y yo habíamos tejido años ha para hacernos otra manta que pereció en el intento. Saltaron sobre mí y me ataron al suelo cual Gulliver, pero al percatarse de que una brillante idea asomaba en mi mente, los grannies liliputienses decidieron rendirse y se pusieron de mi parte.
Así nació este chaleco. Otra de mis improvisaciones varias, rematada con punto de cangrejo, tal y como me asesoró la mia mamma.
Esperanza Rosas, cómo no (soy fan de su paciencia y de su capacidad para enseñar), también lo explica muy bien, así que, aquí os dejo un vídeo donde el punto de cangrejo, a pesar de su caminar hacia atrás, nos ayuda a tejer hacia delante.